Continuando la línea marcada en el anterior artículo, daré algunas pinceladas sobre la historia de Astapa, la villa que no se entregó al poder de Roma y prefirió inmolarse antes de que las legiones de Lucio Marcio mancillaran su honor.
La primera cuestión acerca de esta antigua población es la polémica, muy en boga en el último cuarto del XIX, sobre si Astapa y Estepa eran la misma ciudad. O si, una vez aceptado que no eran la misma, los supervivientes de la primera fundaron la segunda. De hecho, y con respecto a esto último, a Astapa la denominaron algunos historiadores “Estepa la Vieja ”. No pretendo entrar a valorar quién estaba (o está) en lo cierto porque ni me siento capacitado para algo que no vaya más allá de dar luz a documentos antiguos, ni es objeto de este artículo esa añeja discusión. Me basaré en los sólidos razonamientos de Pérez de Siles - Aguilar y Cano, bien matizados en su obra Apuntes históricos, ya citada. En ella dicen los autores textualmente:
<< Entre los muchos villares que se notan en el término de esta Villa, el que se conoce más antiguo, así por sus vestigios, como por lo que de él refieren los historiadores, es el de la célebre ciudad de Astapa, situado a unos cuatro kilómetros, por la parte de O, en la banda meridional del Genil, y al sitio de la dehesa del Charcón>>
SITUACIÓN DE ASTAPA EN UN PLANO DEL EJÉRCITO DE 1908, EN UN CÍRCULO AZUL CELESTE
Por tanto, la situación del asentamiento, visto desde nuestros días, sería junto al Molino del Manchego, en la margen izquierda del Genil, en el sitio que todos conocemos por “Los Castellares”, en la zona cercana al Cañuelo y frente al cortijo de Tíscar (al otro lado del río).
Según los dos autores, el nombre de Los Castellares proviene de estar situados en dos cerros separados por una estrecha cañada. Esta zona perteneció en la antigüedad a los turdetanos.
Los historiadores antiguos Tito Livio, Apiano Alexandrino, etc.) dicen que esta ciudad fue partidaria de los cartagineses y enemiga de los romanos. Estéfano califica a los astapenses de gente indómita, bárbara, rebelde y temeraria.
La historia del final de Astapa la relatan Aguilar y Cano - Pérez de Siles de esta forma:
<<La ciudad de Astapa, de remota antigüedad, fue poblada por gentes distintas hasta ser, por último, ocupada por los cartagineses, enemigos de los romanos, con quien se indispusieron por los daños que les hacían. Esta enemistad de los dos grandes pueblos fue causa de que, venido a la Península Publio Scipión, después de derrotados los dos primeros de su apellido, y verificada rápidamente la reconquista, dispusiese al marchar á Cartago Spartaria, que Marcio y Silano talasen todos los lugares de los enemigos hasta el Estrecho.
Sitiados los astapenses por Lucio Marcio, hicieron cuantos esfuerzos son imaginables para defenderse; pero convencidos de la inutilidad de su empeño, por hallarse en posiciones desventajosas respecto al enemigo, y por contar con pocos soldados que oponer á un ejército numeroso y aguerrido, resolvieron, ántes que rendirse, llevar a cabo un pensamiento que, excediendo de los límites de lo natural y ordinario, no sabrémos decir si asombra más por lo grande ó por lo horrible. Formaron los astapenses en la plaza una gran pira de leña y fagina y colocaron en ella a los ancianos, las mujeres, los niños y todas sus riquezas, confiando la guarda de todo á aquellos que les inspiraban más confianza. Todo así dispuesto y tomada su resolución, se reunen cuantos eran capaces de llevar las armas, juran darse la muerte ántes que dejarse vencer por un enemigo tan odiado, y llenos de aquel arrojo que dá la desesperación, de aquella rábia que produce la impotencia, de aquella temeridad propia del que lo arriesga todo, hicieron una salida tan violenta, que por un momento las legiones romanas vacilaron; pero bien pronto, repuestas de su sorpresa, se rehicieron y trabó un combate tan horrible que solo hubo de terminar con la muerte del último astapense.
El momento llegó de realizar lo que tan cuidadosamente habían preparado ántes de su salida; y en efecto, cuadro tan sangriento, espectáculo tan horrible como habían presentado aquellos dos ejércitos, de los cuales el uno yá no estimaba la vida, sino que buscaba la muerte, destruyendo y rodeándose de sangre y de cadáveres para morir vengado, tuvo digno remate con el aspecto que presentó las ciudad, en la que, puesto fuego a la pira, los torbellinos de humo y llamas se elevaron cada vez más potentes, reduciendo a cenizas, no ya las riquezas de un pueblo, sino el pueblo mismo. Aquel día quedó en el campo de batalla el presente de Astapa, su pasado, representado en sus ancianos, y su porvenir, en los hijos, murieron en la pira.
Cuando los legiones romanas entraron en esa ciudad, el año 208 ántes de J.C., sólo encontraron cenizas y ruinas.
Así terminó Astapa; su valor, su patriotismo, su fiera independencia, son asombro y admiración de quien estudia la Historia , ejemplo notable para los pueblos, remordimiento de conquistadores. Colocada por su trágico fin al lado de Numancia y de Sagunto, acaso excedio á esas inmortales ciudades si se tiene en cuenta que, á diferencia de aquéllas, Astapa estaba sola, aislada, abandonada, sin recursos, sin aliados, sin más esperanza que la que tenía en el corzón del puñado de valientes que la defendían. Y, sin embargo, su nombre es ignorado del vulgo, ni un recuerdo se la dedica, ni una piedra allí elevada cuenta al campesino, que con el arado remueve sus cenizas, su gloriosa é imperecedera historia>>.
No aclaran los historiadores si fue destruida por los romanos (como hicieron con Cartago, por ejemplo) o la dejaron fenecer por abandono tras el incendio. El caso es que en la carta del Ldo. Pedro Muñoz de Aguilar a D. Pedro Leonardo de Ceballos, ya referenciada en el artículo anterior, explica que, entre los sitios más notables alrededor de La Puente , “río abajo, siguiendo el Poniente por la parte de la derecha de Mediodía, está la situación fortísima de la célebre ciudad de Astapa…”
En el croquis de La Puente de D. Gonzalo aparece detallada la situación y los diferentes puntos estratégicos de esta ciudad fortaleza. Como en el caso de La Puente , el plano lleva adjunta una leyenda para que el estudioso pueda saber a qué se refiere cada punto. Vuelvo a trascribir la numeración:
1 ANGOSTURA DEL CAMINO EN EL PRINCIPIO DE EL SALO (se referiría al “arroyo salado”)
2 MANANTIAL COPIOSO POR LO VAJO DE EL TAJO (debía referirse a El Cañuelo)
3 CUMBRE SOBRE EL TAJO
4 EL TAJO DE PIEDRA CORTADA
5 PUERTA LABRADA A PICO QUE VAJA AL RÍO
6 PICACHO FRENTE DE LA PUERTA
7 LAS MESSAS DONDE TUVIERON EL EJERCITO LOS ROMANOS
8 ISLA GRANDE
9 EL SITIO MÁS ALTO
10 MURALLA QUE SE RECONOCE
11 CUESTA QUE BAJA AL ARROYO BLANCO
12 ARROYO BLANCO
13 CASTILLO DE ALJONOZ
14 SITIO POR DONDE CRUZARON LOS ROMANOS EL RÍO QUE DICE IBA POR ENTRE EL PICACHO Y PUERTA DE LA CUTA (CUESTA).
Según dice D. Pedro, los romanos tenían el campamento frente a la ciudad, en la otra orilla del río, en lo que hoy sería la Hacienda El Rabanal o Mataperros, aproximadamente, que se denominaba en la época en que fue escrita la carta Las Mesas.
Astapa estaba circunvalada por el río casi, con un bajo inaccesible a pie. Por la parte noreste debía tener una puerta que bajaba al río y que había sido, seguramente, labrada a pico. Por ella cabía una carreta. Por el otro lado está lo que era el camino de Écija. Como esa parte estaba en un llano, había una muralla. Según parece, la ciudad se abastecía de agua del arroyo abundante que se ha dicho más arriba que creen los Sres. Aguilar y Pérez de Siles que es el actual Cañuelo, pues se encontraron en tiempos restos de atanores o cañerías...
Con esto, damos fin a esta serie de dos artículos sobre la primera representación, que conozcamos.
Magnífico hallazgo. Enhorabuena¡¡
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