El de 1918 fue un año difícil para Puente Genil, en el contexto de un Mundo convulso azotado por la Gran Guerra (que tocaba a su fin) y la Influenza o pandemia de Gripe Española. Ésta última asoló el planeta y se llevó por delante a cerca de 21 millones de personas, según dicen las estadísticas. La enfermedad no se originó en España pese a ese nombre, sino en Estados Unidos, en marzo de 1918. Pero debido a la censura que la guerra impuso a los bandos en contienda, sólo nuestro país, neutral en aquella gran carnicería, permitió que los periódicos hablaran abiertamente de víctimas y extensión del virus.
La guerra fue responsable del enriquecimiento de muchos empresarios e industriales que aprovecharon la ingente demanda de materiales y manufacturas para equipar y abastecer a los ejércitos. Esa gran demanda provocó una extrema situación de penuria en las clases obreras y necesitadas, ya que las producciones se vendían a elevadísimos precios en el exterior y se desabastecía el mercado interior. El poco producto que se ofrecía era caro y de bajísima calidad. Hubo auténtica necesidad de géneros tan básicos en la época como el trigo, azúcar, carbón, lana, etc., es decir, elementos imprescindibles para la subsistencia de las clases trabajadoras e, incluso, medias.
En Andalucía los jornaleros del campo se pusieron, lógicamente, en pie de guerra, pues los jornales que se pagaban (sobre tres pesetas y con alta proporción de destajo) no eran suficientes para adquirir los productos de primera necesidad. Se convocaron huelgas por todos los rincones de nuestra región con resultados desiguales. En el caso de Puente Genil la paz social se alcanzó cuando obreros y patronos se reunieron en una especie de sindicato unificado (parecido de lo que después sería el sindicato vertical durante el Franquismo) y cuyo precursor había sido el Círculo Católico de Patronos y Obreros que fundaran en 1903, entre otros, José Melgar Paladín, Francisco de Paula Ortega Montilla, nuestro inmortal vate Miguel Romero, etc.
Pero para llegar a ese acuerdo hubo que pasar por situaciones de violencia extrema con el resultado de muertes. O, más bien, la violencia dio lugar a que las partes en conflicto se pararan a reflexionar sobre la conveniencia de llegar a un acuerdo que iba a ser, a todas luces, beneficioso para unos y otros. Todo esto ocurrió los días 5 y 6 de noviembre de 1918. La síntesis de los acontecimientos fue la siguiente: hubo una serie de revueltas alentadas desde el Centro Obrero de Puente Genil (o lo que es lo mismo, desde la casa del pueblo del Partido Socialista). Las mujeres de los obreros se hicieron partícipes de la huelga convocada, sacando por la fuerza a las sirvientas de las casas para que secundaran el paro. Un incidente con la Guardia Civil (que se limitó a defenderse ante la avalancha que se le venía encima) provocó que los exaltados que siempre existen (lo hemos visto en las manifestaciones convocadas en mayo - junio de este año por los denominados “Indignados”) aprovecharan el revuelo para disparar. El resultado fue un muerto, un obrero llamado Manuel García Pérez, y el cierre de la Casa del Pueblo de Puente Genil. Aunque los obreros decían lo contrario, se demostró que la Guardia Civil actuó con mesura. Prueba de ello es que Joaquín García Hidalgo Villanueva, líder socialista de nuestro pueblo, se desmarcó de la Casa del Pueblo y se dio de baja de la asociación socialista de Puente Genil, indignado por el manejo de líderes exaltados. Gabriel Morón, el secretario general del Partido Socialista de Puente Genil, culpó al Alcalde de todo. Se demostró que no tenía razón, en el momento en que se creó La Casa de Todos, asociación de carácter gremial que unió a patronos y obreros por algún tiempo. Pese a todo, Morón publicó un panfleto incendiario en el que mostró su disconformidad con las medidas tomadas por la autoridad.
Transcribo lo relatado por D. Baldomero Giménez en El Aviso de fecha 6 de noviembre, en el que publicó un especial con la secuencia de los hechos:
LOS SUCESOS DE AYER.
No nos ha sorprendido. No hace mucho tiempo lo decíamos ene estas columnas: cualquier día es bueno para que en las calles de Puente Genil se derrame la sangre. Ya se ha derramado; ya estarán satisfechos los directores del movimiento.
Y como dijimos que sucedería, se pretenderá ahora echar la responsabilidad a la fuerza pública; pero como testigos oculares que hemos sido de la refriega, honradamente declaramos que jamás hemos visto a la fuerza pública ni más comedida ni más reacias en adoptar resoluciones extremas.
Desde que anteayer por la mañana comenzaron los escándalos, presumíamos que algo grave iba a pasar, y tenemos el sentimiento de haber resultado profetas.
Y es que cuando se pretende traspasar los límites del derecho empleando la fuerza se puede suponer y augurarlo todo.
El martes por la mañana nutridos grupos de mujeres, empleando el más grosero de los lenguajes, de grado o por fuerza, y de casa en casa, pretendían y lo lograban en muchas, sacar a las criadas para que por la fuerza solidarizaran con los trabajadores del campo que, así como otras veces han tenido a su lado gran parte de la opinión, en la ocasión presente les faltaba ambiente, porque han pretendido imponerse de una manera tan arbitraria como mal dirigida.
Las autoridades y la fuerza pública, lograron hacer desistir de su actitud a las mujeres y, aparentemente se calmaron los ánimos.
Por la noche e reunieron los propietarios y nos aseguran que le dieron al Sr. Alcalde un voto de confianza para que se entrevistara con los obreros y cambiaran impresiones y expusieran sus deseos. Los obreros pidieron un permiso que les fue concedido para celebrar un mitin. Cuál no sería la sorpresa del público, cuando ayer de mañana comenzaron nuevamente a ejercer coacciones las mujeres, y estos actos fueron los que ocasionaron la catástrofe.
Según nos aseguran, en la calle Madre de Dios había un buen número de mujeres coaccionando a las criadas, cuando acertó a pasar una pareja de la Guardia Civil montada, a la cual insultaron las mujeres, y, la pareja, por prudencia, después de un simulacro de carga, se trasladaron a la calle de D. Gonzalo; pero como circuló la noticia de que había sido herida una mujer, hombres y mujeres bajaron del barrio alto, por la calle de Romero unos y por la Calzada otros, cogiendo en medio a la mencionada pareja que se vio entre dos fuegos, y ante los insultos y frases soeces de las mujeres e increpaciones de los hombres, se vieron precisados los guardias a hacer fuego, disparando al aire los Máusers. Y decimos disparando al aire, porque si los guardias hubieran disparado a los bultos, hubiera quedado sembrada de cadáveres la calle de D. Gonzalo.
Pero como por muy buenos deseos que haya por parte y parte, es imposible mantener un criterio constante, en tales condiciones, una bala alcanzó a un revoltoso, quien se encuentra moribundo en el momento que escribimos las presentes líneas.
Según uno de los médicos que lo han asistido es imposible que viva, pues tiene el muslo derecho atravesado por un balazo que le produjo una grande hemorragia. Tiene fracturado el hueso y una importante vena, y en opinión de los médicos es muy difícil que se salve. También hay otra mujer herida. La precipitación con que escribimos estas letras nos han impedido averiguar los nombres de los heridos.
El Centro Obrero ha sido cerrado y se nos asegura que una comisión ha ido a Córdoba para protestar de la arbitrariedad del cierre; pero esto no debe ser verdad, pues por muy torpes que sean los directores de ese centro, deben de saber que el Alcalde tiene autoridad suficiente para cerrarlo, y más en las circunstancias actuales.
Para hoy a las diez hay citada una comisión de obreros para que exponga sus deseos y ver la manera de solucionar el conflicto. Pero nosotros preguntamos ¿qué conflicto?
Hasta el presente nadie sabía que hubiera huelga. Solo hemos sabido que grupos de mujeres coaccionaban a las sirvientes para que abandonaran las casas donde prestaban sus servicios, y que debido a la actitud levantisca de esas mujeres, amparadas y acaso alentadas por los hombres, ha estallado la catástrofe que ha costado la vida a un hombre (porque seguramente habrá muerto cuando el presente llegue a manos de nuestros lectores) que ha señalado una página sangrienta la Historia de nuestro pacífico y honrado pueblo.
Los que solo odios y rencores tienen para todo el mundo, pueden estar satisfechos. Han logrado lo que se proponían, sin obtener un positivo beneficio, pues lejos de sumar elementos a su causa, impopular en esta ocasión, se les restarán importantes factores que ya han tomado (nos consta) la determinación de separarse del Centro Obrero, dando con esto un voto de censura a los que tronando a diario contra los atropellos e injusticias, se convierten en injustos atropelladores cuando lo estiman conveniente.
Hemos visitado el lugar de la colisión, y hemos podido ver en la calle Delgado Parejo, en la casa de D. Luis Leiva Morales, un balazo que atravesó la persiana del primer balcón; otro que entró rompiendo los cristales de la parte inferior del cierro del balcón segundo, y un tercer balazo grabado en el quicio de la puerta de la accesoria.
En la misma fachada y a medio metro de la puerta de D. Francisco Reina Montilla hay la huella de otro balazo que por los vestigios se supone de un proyectil de grueso calibre.
A la hora que escribimos estas líneas (diez de la noche) reina absoluta tranquilidad.
Veremos qué sucederá. Ojalá no ocurra nada.
A continuación reproduzco el documento publicado por la Casa del Pueblo de Puente Genil, firmado por Gabriel Morón:
NOTA: PARA VER BIEN ESTE DOCUMENTO, PICAR SOBRE E MISMO UNA VEZ. CUANDO APAREZCA EN UNA VENTANA APARTE, VOLVER A PICAR.
Continuará
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
- Díaz del Moral, J; Las agitaciones campesinas del período bolchevista 1918-1920. Editoriales Andaluzas Unidas, Motril, 1985.
- Ubieto, Reglá, Jover, Seco; Introducción a la historia de Espana, Teide, 1986.
/ Gimenez Luque, Baldomero, El Aviso de 6 de noviembre de 1918.
Somos nuestra memoria. La amnesia es una enfermedad que nos deshace para no ser nada.
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